11 de nov. 2010

¿Qué puede diferenciar un pueblo de una ciudad?

Susana habla de árboles, caminos de tierra y polvo, insectos pululando entre hierbas secas en verano,...
Lo que no se ha experimentado difícilmente puede ser representado.
Hay imágenes que concuerdan en parte con lo que ella me ha contado.
A veces, cuando lo hace, parece que pueda estar allí.
Es ella la que, con su emoción, me transporta a esos caminos y sensaciones.

Pone ante mí infinidad de fotografías y dibujos.

Conozco retazos de esa proyección parcial. Cielos con nubes. Amaneceres y puestas de sol.

En mi mundo todo se ha parcelado y uniformado.
No hay diferencias como las que ella me quiere marcar.
Hay pequeños espacios en que las aguas claras de una corriente liberan mi alma, reposando mi cuerpo sobre mullida hierba.
Ella dice que eso estaba en un amplio paisaje.
En pocos metros puedo vivirlo, pero si me desplazo, salgo a una calle diseñada con rectas y curvas geométricas.
Se han recreado esos sitios para que podamos equilibrar nuestras vidas de origen animal.

Mi familia se subió al carro de las tecnologías y energías que hoy día caducan.

Cifuentes del Río, el pueblo originario, es una especie de cementerio de cochambre y residuos. En él encontramos todas esas máquinas en desuso. Chatarra que espera el proceso inverso. Ese es el reto. Convertir los materiales en piedra.
Se hizo abuso y acabaron con las irregularidades que marcaban las diferencias en los paisajes.

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